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miércoles, 16 de junio de 2010

Capítulo 2//1.3

Escribe: J. Adrián Cosano

El joven se incorporó dolorido de la cama, no sabía a qué se debía este dolor pero se sentía igual que aquel día en el que unos mendigos de la ciudad le habían apaleado hasta dejarlo inconsciente para poder robarle sus botas.

Jonathan empezó a andar lentamente, el dolor era bastante molesto y le impedía moverse con soltura, pero tras muchos esfuerzos desentumeció sus doloridos músculos y pudo moverse con mayor facilidad.

Se dirigió hacia aquella extraña mujer que le había salvado de los guardias. Aún no le había dado las gracias por salvarle de aquella situación tan difícil, pues de no ser por su ayuda, en ese momento estaría en una fría celda de piedra y acero esperando su turno con el verdugo. Los presos nunca sabían cómo iban a morir en la cárcel del reino, simplemente les colocaban un saco negro como el carbón en la cabeza, le ataban unos pesados grilletes en ambos brazos y en ambas piernas y les ordenaban caminar. Una vez realizado el paseo, el reo era liberado de aquella oscura capucha en una habitación luminosa. En el tiempo que un preso se acostumbraba a la nueva luz y miraba horrorizado al musculoso asesino éste aplicaba la pena: o bien un tajo en el cuello, o el destripamiento o bien contándole la cabeza al prisionero...

Jonathan no creía esta versión de la cárcel, puesto que si nadie había salido nunca de ella; cómo se conocían todos aquellos detalles de las penas de muerte del Rey.

Se dirigió con paso firme hacia Mi y con un hilo de voz dijo:
- Esto... Mi...- la nombrada se dio la vuelta sorprendida al escuchar la voz del joven tan cerca de su sitio y puso una mirada de pura sorpresa al ver al joven levantado de la cama y a apenas dos pasos de ella- Gracias... por salvarme... te estoy muy agradecido, pero he de irme.

- No... -contestó ella- tu no te vas de aquí hasta que estés recuperado de tantos meses en las calles de la ciudad- finalizó tajante y estrictamente la viejita.

Nuestro protagonista se quedó ahí, sin saber cómo poder reaccionar ante aquella nueva "orden" de su salvadora. Tras unos segundos de meditación, el joven volvió a la cama refunfuñando entre dientes. Se metió bajo las sábanas y cerró los ojos al notar que el cansancio se volvía a apoderar de su cuerpo a través de un prolongado bostezo.

Poco tiempo duró Jonathan despierto...

3 comentarios:

  1. Dónde se supone que la guerrera (no viejecita) se llama Mi!!! Os lo habéis saltado!!!

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  2. annsha, esa si que eres tu, además no es una joven, pesá, ni una guerrera. Es que adri y yo pensamos que no queríamos ni viejecitas que se convierten en jóvenes ni guerreras. Es otro mundo, igual que el nuestro en la edad media, pero normal.

    Ali

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  3. ??? vete por ahí... ¡¡¡VIVAN LOS DISFRACES!!!

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