Escribe... Alicia Alina
Mi no tardó demasiado en llegar. Cargada, traía consigo cestos de frutas recién recogidas de campos verdes, pan crujiente y mantequilla. Un tarrito de miel para sus toses repentinas.
Jonathan se apresuró a levantarse y ayudó a la mujer a reocger aquellas cosas que, debidos a que no cambían en los cestos o en las bolsas de papel, caían hacía el lado, atraídas por la gravedad de aquel mundo extraño. El chico cogió una manzana al vuelo y se la lanzó a la viejita, que tuvo demasiados reflejos.
El chico empezó a sospechar, pero no pensó en el rey, solamente en ayuda, y en que aquella mujer era más que un rostro amable surcado de arrugas. Aún así siguió recogiendo e hizo como si no hubiera sucedido nada. Terminó de recoger otras cosas que habían caído y se sentó de nuevo en la cama. No tenía consciencia de haber oído ruidos de salida, pese a estar dormido, su sueño nunca había sido pesado.
- Sigo sin comprender.- Exclamó entonces Jonathan, intentando que aquellos turbios pensamientos dejaran en paz su mente. - sigo sin entender nada. ¿Por qué usted me ayudó? No soy más que una carga, una mera carga... le puedo costar caro.
La vieja siguió a lo suyo, negándose a dar explicaciones. depositó cuidadosamente los tarros de miel encima de la amorfa estantería.
Qué Mi no es una viejecitaaaaa!!!
ResponderEliminarque si lo es, annsha, otra vez... pon tu nombre, y si no eres tú, pos adri.
ResponderEliminarsoy alicia, upsss U.U
ResponderEliminarTonta... ese tipo de cosas se avisan con tiempo, malvados... no benignos
ResponderEliminar